Cuando era un niño en Cuba, se popularizó mucho un dispositivo llamado Tamagotchi, una especie de juguete con una pantalla en la cual tenías una mascota a la que debías alimentar, bañar, cuidar o de lo contrario moriría. Yo tuve la suerte de tener uno, que me llegó de forma inesperada y recuerdo esa historia con mucho cariño.